En 1955 Antonio Prieto ganó el Planeta con una novela titulada Tres pisadas
de hombre, donde desarrolla una trama alrededor de la imaginaria población amazónica
de Baroa y que parece ser giraba alrededor de toda una serie de negocios
ilícitos protagonizados por tres personajes, entre ellos un futbolista retirado.
Décadas más tarde el mismo Antonio Prieto publica esta novela, donde su
protagonista, futbolista retirado, encuentra por casualidad, en la madrileña Cuesta de Moyano, un libro
donde aparece él como personaje (de manera breve pero reconocible) en una
novela ambientada un periodo de su vida en el que, huyendo de España, recaló en
Baroa.
A partir de ese momento busca al novelista que lo hizo personaje y
determinar las circunstancias y motivos que le llevaron a hacerlo. Descubre que
su presencia en el libro es totalmente circunstancial, como simple secundario
sin más trascendencia. Pero a pesar de ello nacerá en él la inquietud por verse
rozado por esa vaga forma de eternidad. Esa inquietud le llevará a establecer
cierta relación tanto con el propio escritor como con personas de su círculo de
amigos.
Es una novela que me atrajo desde el momento de leer su escueta
sinopsis donde se puede entrever enseguida su trama metaliteraria,
celebrada además por un prólogo de Pere Gimferrer, pero tras su lectura hay que
ser sincero y advertir que probablemente se decepcionen quienes busquen propiamente
una novela al uso, porque lo que se van a encontrar será, sobretodo,
planteamientos alrededor del tema de la creación literaria y las implicaciones
que esta puede generar en la vida de las personas, vistas desde la perspectiva
de un escritor. Diríamos eso de que es una novela de ideas, un feo eufemismo
para dar a entender que la trama probablemente no exista tal como la entendemos
habitualmente y tal vez no interese demasiado a quienes no les atraiga este tipo de planteamientos.
Planea en toda la novela el laberinto del proceso creativo, visto como algo
que sucede constantemente, alimentándose en todo momento de la realidad para
transformarla. Es algo a lo que estamos sometidos por los que nos rodean:
podemos entendernos como personajes de una novela en cómo somos vistos por los
demás, y en no siempre reconocernos a nosotros mismos en esa imagen: “sentí un repentino escalofrío producido por
la desazón de que todos los seres fuéramos la ficción de otros seres con quienes nos cruzábamos, con quienes
hablábamos y a los que, a su vez, ficcionábamos”(...) “nadie puede
hablar o escribir de otro sin decir algo de sí mismo y existir de ese modo”.
Una novela nutrida de
reflexiones alrededor de la literatura y de todo lo que sugiere la ficcionalización de la realidad. Se trata en definitiva de una nueva
vuelta de tuerca al tema del personaje que se intuye escrito o soñado por otro
y de su repercusión a la hora de concebir la realidad y de interpretar nuestro
lugar en el mundo.
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