martes, 30 de abril de 2013

EL PASEO COMO UNA DE LAS BELLA ARTES: MOO PAK, DE GABRIEL JOSIPOVICI







Moo Pak, de Gabriel Josipovici. Cómplices editorial, traducción de Juan de Sola.

Este es un libro mucho más denso de lo que sus escasas páginas insinúan, como suele suceder, y mucho más complejo de lo que pueda dar a entender lo que podemos decir que es su argumento (o más bien su excusa): el largo discurrir de Jack Toledano (alter ego del propio Jasipovici, de origen sefardí como su propio alias, y escritor como él) por los parques de Londres con su amigo Damien Andersen, en boca de quien se recopila, a la manera de un abrumador monólogo, el locuaz verbo de su compañero.

En su discurrir abarca muy diversos aspectos pero siempre relacionados con el mundo de la literatura y la creación literaria, desde donde podemos intuir su visión del mundo. Son recurrentes las referencias a multitud de escritores, pero abundan Kafka, Dante, Wallace Stevens, y Swift, especialmente Graham Swift. ”¿No es un milagro que alguien que no he conocido pueda hablarme como lo hace?” sentencia cuando recuerda el acervo literario al que tenemos acceso.

Es un libro que obliga a volver sobre lo leído, como quien vuelve sobre sus pasos en un parque, con esa manera anárquica de dejarse llevar en un paseo, como si ese vergel londinense fuera lo más cercano a su paraíso inmaterial hecho de lecturas y pensamientos. Sólo hacia la segunda parte del libro se intuye un cierto hilo conductor, cuando hace referencia al Moor Park de Graham Swift, la finca donde se trasladó para trabajar como secretario del político inglés William Temple, de donde parte el origen del título, y que ha de dar pie a la que ha de ser el libro de su vida.

Su origen judío y su desarraigo marcarán mucho su visión del mundo, y a pesar de los inconvenientes le dan una visión probablemente privilegiada, la posibilidad de vivir en algo así como un mundo propio: “para alguien como yo, sin ningún país ni idioma, una vida sin Sófocles, ni Dante, ni Donne ni Stevens sería insoportable”

Nacido en Francia, Josipovici vivió muchos años en Egipto, en el seno de su histórica comunidad sefardí de donde huyó durante la crisis de Suez en 1956, para recalar en Inglaterra.

Este amplio monólogo, plagado de citas remarcables, parece en el fondo destilar un sentimiento: una visión de la cultura y la literatura que siempre se hace en contra de un mundo cada vez más hostil, del que el individuo ha de protegerse:“el horror se cierne sobre nosotros y la única manera que tenemos de combatirlo es refugiarnos en la fortaleza de nosotros mismos y prepararnos para un largo asedio”, pertrechados, se intuye, de nuestra cultura.

Cuando habla del mundo, y que él ha conocido bien en diversos momentos del siglo pasado, nos dice que “sólo si tenemos mucha suerte podemos venos sorprendidos por el mundo que nos rodea” y critica que “es difícil encontrar un lugar que no haya sido empaquetado y preparado para nuestra mirada”, cuando rememora, por ejemplo, su visita al célebre cementerio judío de Praga.

O cuando sobre la historia reciente de Europa nos dice que “si tenemos demasiada memoria, no acabaremos de avanzar, nos quedaremos por flotar ajenos a nosotros mismos (…) necesitamos la memoria, pero no la podemos convertir en un fetiche”.

Publicado originalmente en el lejano 1992, sería jugoso saber qué opinión le merece la actual era digital y su influencia sobre la cultura, o sobe la manera de percibirla. Pero podemos imaginar su previsible desasosiego, al leer por ejemplo su apego por su vieja máquina de escribir, que según él mantiene la distancia “entre la escritura a mano y el procesador de textos”, y le permite poder recorrer una y otra vez pasajes ya escritos que ha de corregir, mientras ve cómo las páginas ya mecanografiadas se amontonan a su lado, como si cobrasen vida.

Son estos algunos ejemplos de las reflexiones que inundan el libro, como un torrente sin fin. No todo nos convencerá, pero sin duda nos planteará infinidad de cuestiones, partiendo siempre desde el amor a los libros y la literatura, y llevándolo hacia interrogantes que tienen que ver con nuestra visión del mundo actual.
 
 
 

3 comentarios:

El niño vampiro dijo...

He leído muchos comentarios positivos sobre esta obra, y tu reseña me abre mucho el apetito.
Creo que el Swift del que habla es Jonathan, no Graham, ¿no?
Un saludo.

JOAQUIM dijo...

Ups, es cierto. Disculpa. Lo escribí de memoria. Con lo fácil que hubiera sido mirarlo en la Wikipedia.....

Los tipos duros también leen dijo...

Me ha gustado mucho el comentario, así que voy a hacerle un hueco en mi larga lista de deseos.
Saludos