Moo Pak, de Gabriel
Josipovici. Cómplices editorial, traducción de Juan de Sola.
Este es un libro mucho más denso de lo que sus escasas páginas insinúan,
como suele suceder, y mucho más complejo de lo que pueda dar a entender lo que
podemos decir que es su argumento (o más bien su excusa): el largo discurrir de
Jack Toledano (alter ego del propio Jasipovici, de origen sefardí como su
propio alias, y escritor como él) por los parques de Londres con su amigo
Damien Andersen, en boca de quien se recopila, a la manera de un abrumador
monólogo, el locuaz verbo de su compañero.
En su discurrir abarca muy diversos aspectos pero siempre relacionados con
el mundo de la literatura y la creación literaria, desde donde podemos intuir
su visión del mundo. Son recurrentes las referencias a multitud de escritores,
pero abundan Kafka, Dante, Wallace Stevens, y Swift, especialmente Graham
Swift. ”¿No es un milagro que alguien que no he conocido pueda hablarme como lo
hace?” sentencia cuando recuerda el acervo literario al que tenemos acceso.
Es un libro que obliga a volver sobre lo leído, como quien vuelve sobre sus
pasos en un parque, con esa manera anárquica de dejarse llevar en un paseo,
como si ese vergel londinense fuera lo más cercano a su paraíso inmaterial
hecho de lecturas y pensamientos. Sólo hacia la segunda parte del libro se
intuye un cierto hilo conductor, cuando hace referencia al Moor Park de Graham
Swift, la finca donde se trasladó para trabajar como secretario del político
inglés William Temple, de donde parte el origen del título, y que ha de dar pie
a la que ha de ser el libro de su vida.
Su origen judío y su desarraigo marcarán mucho su visión del mundo, y a
pesar de los inconvenientes le dan una visión probablemente privilegiada, la
posibilidad de vivir en algo así como un mundo propio: “para alguien como yo,
sin ningún país ni idioma, una vida sin Sófocles, ni Dante, ni Donne ni Stevens
sería insoportable”
Nacido en Francia, Josipovici vivió muchos años en Egipto, en el seno de su
histórica comunidad sefardí de donde huyó durante la crisis de Suez en 1956,
para recalar en Inglaterra.
Este amplio monólogo, plagado de citas remarcables, parece en el fondo
destilar un sentimiento: una visión de la cultura y la literatura que siempre se
hace en contra de un mundo cada vez más hostil, del que el individuo ha de
protegerse:“el horror se cierne sobre nosotros y la única manera que tenemos de
combatirlo es refugiarnos en la fortaleza de nosotros mismos y prepararnos para
un largo asedio”, pertrechados, se intuye, de nuestra cultura.
Cuando habla del mundo, y que él ha conocido bien en diversos momentos del
siglo pasado, nos dice que “sólo si tenemos mucha suerte podemos venos sorprendidos
por el mundo que nos rodea” y critica que “es difícil encontrar un lugar que no
haya sido empaquetado y preparado para nuestra mirada”, cuando rememora, por ejemplo,
su visita al célebre cementerio judío de Praga.
O cuando sobre la historia reciente de Europa nos dice que “si tenemos
demasiada memoria, no acabaremos de avanzar, nos quedaremos por flotar ajenos a
nosotros mismos (…) necesitamos la memoria, pero no la podemos convertir en un
fetiche”.
Publicado originalmente en el lejano 1992, sería jugoso saber qué opinión
le merece la actual era digital y su influencia sobre la cultura, o sobe la
manera de percibirla. Pero podemos imaginar su previsible desasosiego, al leer por
ejemplo su apego por su vieja máquina de escribir, que según él mantiene la
distancia “entre la escritura a mano y el procesador de textos”, y le permite poder
recorrer una y otra vez pasajes ya escritos que ha de corregir, mientras ve
cómo las páginas ya mecanografiadas se amontonan a su lado, como si cobrasen
vida.
Son estos algunos ejemplos de las reflexiones que inundan el libro, como un
torrente sin fin. No todo nos convencerá, pero sin duda nos planteará infinidad
de cuestiones, partiendo siempre desde el amor a los libros y la literatura, y
llevándolo hacia interrogantes que tienen que ver con nuestra visión del mundo
actual.
3 comentarios:
He leído muchos comentarios positivos sobre esta obra, y tu reseña me abre mucho el apetito.
Creo que el Swift del que habla es Jonathan, no Graham, ¿no?
Un saludo.
Ups, es cierto. Disculpa. Lo escribí de memoria. Con lo fácil que hubiera sido mirarlo en la Wikipedia.....
Me ha gustado mucho el comentario, así que voy a hacerle un hueco en mi larga lista de deseos.
Saludos
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