Alguna vez oí decir que ciertas condiciones meteorológicas
hacen que el cielo de los Países Bajos sea muy especial, que deje esa luz tan
particular que Vermeer y otros han sabido plasmar. Se me ocurre justamente ver
toda esta novela como iluminada por esa
misma luz. Supongo que es su tono tan intimista, tan contenido, tan sencillo.
Y porque sucede en el campo holandés.
Es la historia de alguien que ante la previsible muerte de su
autoritario padre, desterrado escaleras arriba como el titulo de la novela,
mira hacia atrás y descubre una vida que pudo haber sido muy diferente, pero
que unos desgraciados acontecimientos, las obligaciones en la granja y una
cierta docilidad condenaron a lo que sería una existencia monótona y gris.
Hay más temas: el recuerdo de su hermano gemelo, con quien se
sentía irremediablemente unido y atraído, y cuya pronta desaparición marcó de
por vida, el retorno de la que pudo ser
su cuñada, su sexualidad reprimida. Todo lo que cabe en el recuerdo de una vida
que pudo ser y no fue. Todo ello entre las paredes de una casa siempre
tranquila, acorde con la existencia de quien ya no espera nada ni a nadie.
Una novela de envolvente soledad, que nos pregunta sobre qué
nos da la vida, qué aprendemos de ella y qué nos queda, al final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario