lunes, 5 de diciembre de 2011

DE VIDAS AJENAS, DE EMMANUEL CARRÈRE (O VIDAS QUE NO SON LA MÍA)



De vidas ajenas, de Emmanuel Carrère. Editorial Anagrama. Traducción de Jaime Zulaika

El título del original francés de esta novela tal vez sea más revelador: D´autres vies que la mienne. Algo así como vidas que no son las mías; hay un matiz que se pierde en lo de Vidas ajenas. Me recuerda a aquello por lo que alguien dijo que escribía: “para vivir otras vidas”. Y ese es uno de los hilos narrativos que hilvanan este excelente libro: no sólo la narración de esas vidas, con el tema de la convivencia con el cáncer como eje central, sino la manera como Carrère reconstruye esas vidas. Porque al final lo que nos queda no es solo la vida de los demás sino también lo que Carrère ha sentido al escribir sobre ellas, al seguir su pista, en el fondo al intentar revivirlas. Su papel acaba siendo el de narrador-confesor y en todo ello se puede leer entre líneas mucho sobre el propio escritor y sobre el proceso narrativo que lleva a escribir un libro de estas características.

 Uno de los personajes del libro dice algo muy revelador cuando le muestra el borrador de lo que sería este libro: Hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero me cuidaré de decirte cuáles para que no las toques. Me gusta que sea tu libro y, en conjunto, me gusta también el tipo que lleva mi nombre en tu libro. Por tanto De vidas ajenas puede llegar a leerse como el intento de un escritor que construir, con sus imperfectas y falibles armas, esas vidas que no son la suya.

 Por otro lado está propiamente la historia, o más bien las dos: la reconstrucción de los primeros momentos tras la muerte de un ciudadano francés durante el gran tsunami del Índico y los angustiosos momentos posteriores vividos por su familia (momento que vivió en primera persona), y otra, que con mucho ocupa la mayor parte de la novela, los últimos días de la cuñada del propio escritor, Juliette, consumida por el cáncer. Ahí radica otra de las dificultades de reconstruir esta “vida ajena”: la de acercarse a los sentimientos de alguien que ya vio marcada su juventud por el cáncer, y la manera como ella y su entorno intentó convivir con su enfermedad.Y en ese doble acercamiento a esas vidas que no son la suya leemos bastante del propio Carrère, en ese estilo tan personal que ya aparece en Una novela rusa, o El adversario, donde junto con lo que burdamente podríamos llamar novela de no-ficción hay una carga muy importante de sentimientos del propio escritor, y donde los elementos que configuran la novela aparecen en estado bruto, desnudos, sin necesidad de ser elaborados para hacerlos más creíbles bajo el disfraz de la ficción.

 Las novelas de Carrère aparecen como andamios donde vemos cómo construye la novela, y eso es mucho más importante e interesante que no propiamente la novela acabada. Un personaje fundamental en este libro libro es Etienne, compañero de juzgado de Juliette y que como ella también perdió de joven una pierna a causa de un cáncer. La narración logra uno de sus mayores cotas en la descripción de la relación que mantuvieron, una relación que se mantuvo en lo estrictamente profesional, con una devoción por asuntos relacionados con la defensa de consumidores ante la grandes empresas prestamistas, que marcaron parece ser hitos en la jurisprudencia francesa, pero que siempre estuvo envuelta en un aureola de complicidad que iba más allá de lo profesional, como un reconocimiento mutuo entre los que se ven semejantes.Como quienes se saben con la misma perspectiva de la vida.

 Un libro que no solo me gustó y leí con devoción, sino con el que además sentí, al cerrarlo, una extraña liberación.

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