
Los días contados, de Miklós Bánffy. Libros del Asteroide, traducción de Éva Cserháti y Antonio Manuel Fuentes Gaviño
Las almas juzgadas continúa donde lo dejó Los días contados, con el amor de Bálint Abady por Adrienne Miloth y con la convulsa vida parlamentaria budapestina de la que es testigo el propio protagonista. En esta segunda parte ese contraste es más acentuado: por un lado la vida de la clase aristocrática húngara, con sus cacerías y sus intrigas amorosas, por el otro una realidad política cada vez más presente de la que parecen ajenos, como pertenecientes a un mundo aparte.
Si en el primer libro las cuestiones parlamentarias tenían como centro las disputas con Viena, en este además de su radicalización, y de las difíciles relaciones de los magiares con el resto de minorías de su entorno (especialmente los croatas y los rumanos) aparecen las primeras pinceladas de una problemática internacional que desembocará en la Primera Guerra Mundial: los conflictos balcánicos, la revolución turca, la definición de los ejes de alianzas que definirán los bandos de la futura contienda, y finalmente la anexión de Bosnia por parte del imperio Austro-Húngaro cerniéndose como un inquietante prólogo.
Es curioso ver cómo van apareciendo los elementos que llevarán al conflicto bélico: cómo en las conversaciones de Bálint con políticos de su entorno la futura conflagración empieza ya a concebirse como una idea abstracta, como una consecuencia lógica de movimientos previsibles que ya están latentes en la cabeza de los diplomáticos y políticos del momento. Y como, a pesar de ello, la guerra parece inevitable.
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