miércoles, 21 de octubre de 2009

LA EXPULSIÓN DEL PARAISO: FANTASMAS ARGELINOS


Lo que el día debe a la noche, de Yasmina Khadra. Ediciones Destino, traducción de Wenceslao-Carlos Lozano.


A pesar de esa reconciliación que la cercanía del final de toda vida convoca, uno acaba la lectura de este libro sintiendo el desasosiego del protagonista al mirar atrás y darse cuenta de no haber vivido la vida que hubiese querido y que tuvo opción de vivir, de no haber sido el timonel de su propia vida y haber arriesgado cuando valía la pena haberlo hecho.

Esa vida no vivida tal vez sea para el protagonista como esa Argelia que tal vez no existió, ese desierto convertido en vergel con el que los pied-noirs fantasearán años más tarde en su exilio marsellés, sin reconocer que tras el frondoso paraíso se extendían los arrabales donde malvivían árabes y bereberes.

Para el protagonista de esta novela, (Jonas para los francófonos, Younes para los árabes, su familia)hay un momento clave, una delgada linea que de manera tal vez inconcebible separa dos existencias que son como la noche y el día que da título a la novela. Hasta entonces el autor nos muestra la mísera existencia de una familia campesina que hasta pasadas unas cuantas páginas podíamos situar en casi cualquier sitio del mundo, viendo la realidad a través de los ojos de un Younes niño que ve cómo su mundo familiar se deshace. Hasta que no se ven obligados a establecerse en Oran (“ciudad nacida de una necesidad de seducir”) no vemos claro que estamos en Argelia, en el periodo colonial, antes de la segunda guerra mundial. Es el momento en el que su orgulloso padre, escarmentado por sus fracasos contínuos que atribuye como buen árabe a la fatalidad del destino decide donar su hijo a su hermano, que le puede sacar del mísero barrio donde se hacinan y garantizar una educación y un porvenir, a costa de alejarlo de su familia y de sus origenes y empaparlo en la cultura francófona que domina entonces el país.

Diversas circuntancias llevarán su nueva familia de Orán a Río Salado, donde conoceremos el peso que tuvo la emigración española en Argelia, fundamentalmente levantina, y donde retratará su adolescencia junto a su grupo de amigos con ese esplendor y esa tragedia con la que se suele narrar la juventud. Allí la arrebatadora aparición de Émilie pondrá a prueba la amistad del grupo, y el amor que sentirá por Jonas y al que por diversos motivos éste decidirá renunciar será para él una pesada losa que llevará hasta el final de sus días.

Los temas del destino y la identidad subyacen siempre en la novela como telón de fondo, al acecho. Porque son varias las ocasiones en las que Jona-Younes ve cómo su verdadero origen árabe aflora ante él. A veces como algo lejano, en forma de expresiones despectivas oídas a los demás pero que nota cómo lo hieren, otras veces en forma de esos opúsculos del naciente nacionalismo argelino que su tío le invita a leer, intentando obsevar de lejos cómo racciona ante ellos, qué siente al leerlos. Finalmente será el descubrimiento de algo que siempre estuvo allí pero que no quiso o no se atrevió a ver: la pobreza y la marginación de los suyos, que emergerá en Rio Salado ante sus ojos como por sorpresa.

Esa renuncia a Émilie se nos aparece como una metáfora de su renuncia a más cosas: la renuncia tanto a un destino individual como colectivo, como cuando un antiguo criado árabe enrolado en el FLN le reproche que “hay que ser muy poca cosa para dejar pasar de largo un destino superior” por su nulo compromiso con la causa argelina. De hecho asistirá a la guerra de independencia de Argelia como quien la ve pasar, tal vez desbordado por un conflicto que en origen comprende pero que no hace sino destruir su mundo, ese mundo imposible de una cultura franco-argelina en la que vivia su tío, consciente tanto de la opresión del árabe como de la universalidad de la cultura francesa, y con la no violencia como frontera infranqueable.

Río Salado, hoy llamado El-Maleh y que Khadra descubrió en 1984 parece ser que inspiró esta novela: un pueblo "construido por españoles y judíos, y que llegó a ser uno de los pueblos más ricos de Argelia".

Cuando lo descubrió le llamó la atención "su encanto, el silencio que había, y en cierto modo esta novela es la historia de ese silencio(...)Ese pueblo quería decirme algo, veía fantasmas por todos lados, que me tiraban de la chaqueta. Me detuve, me puse a escucharlos y decidí escribir por ello".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Anoche ví la película, adaptación de la novela.
Muy buen artículo, te felicito por ello.

Un saludo.

Carlos