jueves, 11 de junio de 2009

PLAZA DE DANTE, DE DRAGAN VELIKIC

Plaza de Dante, de Dragan Velikic. Metáfora, traducción de L.F. Garrido y T. Pistelek.

Necesitaríamos más de una vida para poder leer todo esos libros que con el tiempo se nos agolpan en la cabeza esperando el momento de ser elegidos, de ser encontrados. Pero es probable que nos haga falta la eternidad para releer sólo algunos de ellos. Porque cuando cerramos la última página percibimos a veces que todo un mundo se va con ella sin haber llegado a concebir a veces más una pequeña parte de lo que el libro nos dice, y sentimos la necesitar de remontar sus párrafos como sendas hacia el bosque.
Todo un complejo mundo puede llegar a desaparecer para no ser visitado nunca más, sin haber discernido tal vez más que un efímero reflejo que el agua ya olvidó.

Eso me ha sucedido con esta novela del serbio Dragan Velikic (Belgrado 1953). Su argumento no pasa de ser el siguiente: el escritor Labud Ivanovic muere en el exilio, poco después de la guerra en la antigua Yugoslavia, y un anónimo bibliotecario y lector, Damjan Savic recibe el encargo de ordenar su legado. Desde este punto de partida surgen toda una serie de personajes que se funden en el tiempo indefinido en el que se desarrolla la novela: personajes vinculados a la vida de Labud, la propia historia de Damja, y otros que van surgiendo como el profesor Rosemberg que topará en sus estudios con el legado de este escritor. Y en el fondo de todo una novela inacabada e imprecisa, Cisma, que irá impregnando poco a poco toda la narración con sus aforismos y que nos mostrarán el inquietante y complejo, y a veces difícilmente discernible mundo literatio de Labud.

Y a la par de todo, diversos temas e ideas que van surcando la novela: la propia creación literaria, la memoria, el espacio geográfico de nuestras vidas, y con todo ello la propia historia reciente de Yugoslavia, y de Europa, reflejada en las investigaciones del profesor Roemberg sobre Labud y otros dos escritores, uno húngaro y el otro rumano que a pesar de sus devenires particulares, “han escrito la misma novela”.

La naturaleza de la creación literaria tiene un papel muy importante en todo momento: el propio Damjan deja diseminadas en los márgenes de los libros de la biblioteca donde trabaja frases que, al estilo de Borges, crearán un libro inconcluso que no estará a su vez en ningún lugar concreto. Són anécdotas que creo nos transmiten una idea de fragmentariedad, un sentimiento de fugacidad y fragilidad que impregna nuestra vida y la vida posterior de la literatura, más allá de su propio autor

“ las frases componen un mundo en el que pronto ya es tarde, en el que cerca es terriblemente lejos (...) las frases surcan el mundo, los signos se dispersan, vagan en búsqueda desesperada de la verdad. Nada sale al encuentro de las palabras. Solitarias, flotan a través de los discursos que nada prometen”.

Labud parecía buscar otro idioma, un lenguaje secreto y nuevo que fuera algo más que un consenso de significantes con significados

“las palabras para Labud no están compuestas de significados, ni las frases estaban unidas por la fuerza atrayente de la proximidad de las palabras. Las palabras, los movimientos, los discursos, los objetos, eran sólo formas en las que se camuflaban los signos dibujando en las produndidades del mundo figuras del idioma secreto de las fuerzas naturales”.

Este idioma tal vez sería capaz de destejer la extraña relación entre los objetos

“Todas las cosas están ligadas, una es afín a la otra. Si no fuera así, una cosa podría estar increíblemente lejos de sí misma (...) hasta el aroma del café podría estar infinitamente lejos del café.”

De esta manera, en el original epílogo que cierra el libro, un inventario de ciertos objetos en una tienda de anticuarios de Pula dará cuenta, una vez el polvo ya se ha depositado sobre ellos, de su relación con toda una serie de personajes del libro, de cómo de manera imperceptible han sido parte de su vida, y de cómo su callada presencia acabará siendo el único testimonio de los sentimientos y las vidas de las personas que los poseyeron.

Tiene mucho peso también el espacio geográfico

“¿Cómo es posible que el nombre inscrito de la ciudad llegue a ser su configuración? ¿Dé qué modo, mediante fuerzas invisibles, la tipografía se convierte en topografía?”

particularmente la península de Ístria, ese histórico reñidero entre eslavos e italianos, la patria del protagonista y por lo que parece muy vinculada al propio autor, testimonio de emigraciones en un sentido y en otro, y donde “nuevamente llegan los farasteros”, ahora los refugiados de la última guerra.

También aparece repetidamente Trieste, esa inquietante ciudad, casi irreal para los que no la conocemos, que parece concebirse como un nudo que liga la historia de Europa, como si desatándolo ésta fuera incomprensible. Y paisajes de resonancias oníricas, como la isla de Ada-Kale sumergida en el Danubio, una antigua fortaleza otomana.

Por cierteo que el último conflicto balcánico aparece muy de fondo, aunque afecta de una menera u otra a varios de los personajes, y sólo en algún momento hay una refencia más directa:

“Damjan ya antes de la catástrofe de los años noenta había advertido con cuánta avidez la gente devoraba memorias que empezaron a esplandecer en medio de la decrepitud de pensamientos babeantes (...) Los portadores de bacterias habían escarbado en el fondo, habían extraído los huesos, habían escuchado el silbido del viento en las calaveras huecas y, a la manera de los brujos africanos, lanzaban maldiciones. Eran un trabajo lucrativo, porque la almas muertas no preguntan el precio. Nerón quemaba Roma de nuevo.”

Lo que puede leerse como que sí, que es cierto que los pueblos que no recuerdan su historia están condenados a repetirla, pero también que a veces los que la recuerdan se obstinan en volver a ella.

Es curioso ver, para acabar, cómo hace falta subirse a un tren para hablar de la Europa del último siglo, porque aquí también las vias férreas juegan un papel, son parte de la vida de Damjan (su padre fue interventor, como recordará repetidamente), y probablemente es ese mosaico de vías que se cruzan y se bifurcan, que surcan la noche y se precipitan hacia el mar, el armazón sobre el que se cimenta esta espléndida novela.

Sobre esta misma novela, de la que no hay muchos comentarios por internet en castellano, podéis leer más aquí.
Para quien conozca la literatura serbia tan poco como yo, esta reseña no está mal.

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