jueves, 26 de diciembre de 2013

DESGRACIA, DE J.M.COETZEE

Desgracia, de J.M. Coetzee. Mondadori, traducción de Luís Martínez-Lage.



No es esta una novela reciente (data de 1999) pero es notorio observar cómo diversos blogs (de muy diversa exigencia) han estado valorando de manera muy positiva esta novela de forma bastante unánime (así como la crítica especializada). ¿Qué tiene esta novela para conciliar tan diversos gustos? De entrada creo que es una novela de una factura intachable, donde nada es accesorio, donde nada es artificioso ni pretencioso, donde todo cuenta para tener al final una novela que diría “acabada”, redonda.

La sinopsis rápida sería esta: David Lurie, cincuentón que a estas alturas ha encontrado un pacto con la vida, a saber: tener un cuerpo femenino al que acudir que le permita aguantar el bagaje de dos matrimonios fracasados y su incapacidad para levantar el menor interés entre sus universitarios por su amado Byron en una universidad de la Ciudad del Cabo post-Apartheid, alumnos  de los que “hace ya tiempo que dejó de sorprenderse ante su grado de ignorancia”. Lurie acaba sucumbiendo, como buena novela con ámbito universitario que se precie, a una de sus alumnas, que de forma tan dócil como desapasionada se entrega a él. Cuando se hace público ese asunto, Lurie, lejos de rectificar o buscar las salidas que algunos de sus compañeros parecen ofrecerle, decide abandonar de manera arrogante su puesto y marchar (o huir) al Cabo Oriental, una zona rural del país donde su hija Lucie viene ejerciendo como una solitaria granjera de nuevo cuño “una granjera de frontera (…) en los viejos tiempos ganado y maíz. Hoy día, perros y narcisos. Cuanto más cambian las cosas, más idénticas permanecen. La historia se repite, aunque con modestia. Tal vez la historia haya aprendido alguna lección”. Eso le permitirá, entre otras cosas, adquirir una visión nueva del país en el que vive: “es curioso que su madre y él, los dos gentes de ciudad, hayan engendrado este paso atrás, a esta joven y recia colona. Pero tal vez no sean ellos quienes la hayan engendrado: tal vez en eso tenga más que decir la historia misma”.

Allí Lurie reanudará una abandonada relación paternofilial, con ese tránsito por caminos espinosos que ello siempre conlleva, hasta que una tarde un brutal asalto a la granja cambiará el sentido de sus vidas.

Sería fácil, si quisiéramos reducir lo que nos quiere contar la novela, hablar por un lado de una historia personal (la de David Lurie y su relación con su hija) y por otro el contexto sudafricano. Pero creo que en el fondo son ideas que se complementan para ser en esencia una: en el fondo es un intento más del escritor (hombre) de entender la figura femenina, que una vez más es vista aquí como insondable, fuerte, incompresible. El contexto de la Sudáfrica post-Apartheid no hace sino acrecentar esto: la decisión que Lucy toma, totalmente incomprensible para Lurie, en su busca de lo que probablemente sea su identidad (o su sitio en aquel lugar), y también la búsqueda de su seguridad en un contexto tan inhóspito para una mujer, siguiendo ciertas leyes no escritas que David es incapaz de ver ni entender.

De hecho abundan personajes femeninos: Soraya, la prostituta que frecuenta al inicio de la novela; M. Isaacs, la alumna de la que nunca conocerá sus verdaderos sentimientos hacia él; Bev Shaw, la propietaria de un centro veterinario donde David ayudará y que le permitirá familiarizarse con la sorda vida de los animales en ese entorno; la propia Lucy.

De todas maneras también hay personajes masculinos importantes, en especial Petrus, que trabaja para Lucy y que posee a su vez tierras limítrofes a las suyas. Es un personaje que se da a entender con pocas palabras y muchos silencios y supuestos. Es alguien que representa aquella tierra, su forma de vida y sus leyes, que juega un papel mucho más importante de lo que aparenta  y que poco a poco va afianzándose, de forma nada explícita pero con sorda contundencia. No puede el Coetzee escritor dejar de ver sus implicaciones lingüísticas: “no me importaría nada conocer un día la historia de Petrus de sus propis labios. A ser posible, sin que esa historia sea reducida al inglés.(…) Cada vez está más convencido que el inglés es un medio inadecuado para plasmar la verdad de Sudáfrica (…) Como un dinosaurio que expira hundido en el fango, la lengua se ha quedado envarada. Comprimida en el molde del inglés, la historia de Petrus saldría artrítica, antañona”.

De hecho la mujer es un tema recurrente en Coetzee. Otra excelente novela como Verano narraba supuestas entrevistas que un periodista hacía a varias mujeres que fueron importantes en la vida de un fallecido escritor llamado Coetzee, y es curioso como la visión que da de sí mismo en ese libro se me asemeja bastante a la que da de David Lurie en este: alguien perdido, un personaje un tanto plano respecto a las mujeres que le han rodeado. Pero también son un tema habitual en él los animales (hay muchos perros en esta novela, los que tiene Lucy, los que Bev ha de sacrificar en su dispensario), la vida universitaria (ha escrito diversos ensayos literarios), el Apartheid, todos ellos presentes aquí. No sería por tanto demasiado arriesgado ver en David Lurie alguien inspirado en el propio escritor (no siempre como un alter ego, sino a veces como su negativo).

La casualidad ha hecho, además, que esta novela la haya acabado no solo la misma semana de la muerte de Mandela (cosa no tan sorprendente si tenemos en cuenta el delicado estado de salud que arrastraba desde hacía tiempo) sino la misma semana que esta novela era objeto de análisis en La Milana Bonita. Se trata de un programa radiofónico que cada semana ofrece en internet la visión de un libro (normalmente conocido, de muy diversos géneros) por parte de una serie de aficionados a la literatura. Muy interesante y recomendable.

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