domingo, 31 de marzo de 2013

EL DÍA QUE LA VIRGEN LLEGÓ A LA LUNA, DE ROLF BAUERDICK.


El día que la virgen llegó a la luna, de Rolf Bauerdick. Editorial Salamandra. Traducción de Paula Aguiriano Aizpurúa.


Es recurrente acordarse de las películas de Kusturica cuando alguien comienza a ojear este libro y el amplio elenco de críticas (abrumadoramente positivas) que ha recibido. Lo estrambótico del título, una aldea rumana como escenario, los celebrados reportajes fotográficos del mundo de los gitanos rumanos realizados por el propio autor o las primeras impresiones de lo que parece ha de ser el argumento del libro: los rusos buscan, con su exitosa carrera espacial en ciernes (estamos hablando de 1957) demostrar la inexistencia de Dios. Al menos eso piensan dos de sus habitantes, el gitano Dimitru Gabor, que enseguida me recuerda al Malequíades de Macondo, e Ilja Botev. Parece que la novela va a transitar por los caminos de un realismo mágico a la rumana y de una cierta ostalgia (esa cierta nostalgia por el mundo del antiguo bloque soviético, aunque sea en lo sentimental). Todo ello transmitido por un escritor alemán.

Pero la trama de la novela es otra. Enseguida desaparece la maestra del pueblo, de la que se intuye un turbio pasado, y aparece el cadáver del párroco local. Se desata entonces una historia cercana a la novela negra con tintes políticos, que envolverá a uno de sus alumnos, un joven de quince años, Pavel Botev, en una trama  que lo llevará hasta los acontecimientos que sucederán los días de la caída de Ceaucescu. A Pavel se le hace partícipe de unas comprometidas fotografías donde además de poder intuir un pasado diferente para su maestra, verá comprometidos a personajes que con el tiempo accederán a posiciones relevantes dentro de la nomenklatura comunista. Al final, esa dimensión más entrañable o ingenua de la que participaría ese realismo mágico que mencionaba, y al que hace referencia el título, acaba por perder su inocencia en el mundo, más sórdido, de la ambición humana.

Lo que me atrajo enseguida de esta historia fue el ambiente y el momento que describen: Baia Luna, una aldea de los Cárpatos donde vivían aislados del resto del mundo, en plena posguerra, rumanos, sajones (que llegaron como colonos durante la Edad Media), húngaros y gitanos, todos ellos conciliados por la fuerte personalidad del párroco local. De hecho, a parte de las traducciones de literatura rumana que nos están llegando, es destacable la producción de escritores de estas otras comunidades que nos han sido traducidos en los últimos tiempos: Helga Müller, Adam Bodor, Gyorgy Dragoman o Eginald Schlattner, y cómo todos ellos nos transmiten, de una menara u otra, y en registros bastante diferentes entre ellos, la dimensión kafkiana del régimen comunista rumano.

De todas maneras, para alguien no demasiado aficionado a la novela negra ni al thriller policiaco, tal vez me ha sabido a poco la dimensión histórica, política o etnográfica de esta novela, que en principio fue lo que me atrajo más. De todas manera, sin unirme del todo a ese entusiasmo generalizado que ha provocado, es un libro de indudable interés 




Fotografias del propio autor (Die Welt).

                                       



2 comentarios:

Carol dijo...

Pues no tiene mala pinta, el ambiente me llama la atención, me gusta mucho Kusturica, y aunque no ahonde mucho en ello puede estar bien. Herta Müller sin embargo no me gustó. Un abrazo

JOAQUIM dijo...

Sí,la verdad es que guste más o menos no parece haber dejado indiferente a nadie. A Herta Müller la intenté leer hace un tiempo, una colección de relatos que editó Siruela antes del Nobel y la verdad es que la dejé....pensé que en otra ocasión. Saludos.