Los bosques de Upsala, de Álvaro Colomer. Editorial Alfaguara.
Así como los antiguos escandinavos se colgaban de los árboles de los bosques de Upsala a los que hace referencia el título para poder entrar en el reino de Odín, Elena, la mujer del protagonista vive desde hace meses rondando la idea del suicidio. Y será la génesis de este deseo, desde el momento en el que como un resorte oculto brota en su mente, hasta su primer intento fallido y la larga e inquietante espera del segundo intento que sin lugar a dudas se vendrá fraguando en su mente el hilo argumental de este libro, escrito en forma del torrencial y desesperado monólogo de su marido.
Es un libro corto, y como suelen serlo muchas veces, mucho más denso de lo que sus efímeras páginas puedan suponer. Incluso nos puede engañar el intenso ritmo que guía toda la narración como si la misma prosa ansiara también precipitarse por ese vacío que busca Elena, y que es sin duda lo que más me ha gustado de este libro. Tal vez sea una imagen de como se precipitan los acontecimientos: el suicidio primero acechando, con una rutina maniática y una cotidianidad marcada por un orden enfermizo con el que Elena parece querer exorcizar sus deseos suicidas, y luego tras el intento de suicidio la incredulidad, la imposibilidad de establecer un contacto con su mujer que le permita salvarla, el vacío ante un hecho al que no se ve capaz de hacer frente, el ansia por poner barreras físicas a un nuevo intento que mostrarán más aún su impotencia.
El mundo que vive el narrador, donde el suicidio ha estado presente en varios momentos de su vida tal vez sirva para preguntarnos hasta qué punto está también en la mentes de quienes nos rodean: sólo falta la decisión final, la materialización que lo haga real, visible, y que demuestre lo sencillo que puede llegar a ser algo tan inconcebible.
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