martes, 25 de enero de 2011

VIDA DEL HOMBRE DE MADERA: VERANO, DE J.M.COETZEE

Verano. Escenas de una vida de provicias III, de J.M.Coetzee. Editorial Mondadori, traducción de Jordi Fibla.


Tenía pendiente a Coetzee, como a tantos otros. Y he comenzado por el final, por su tercer libro de memorias. Claro que no son unas memorias al uso; de hecho lo primero que nos planteamos es qué hay de real en lo que nos cuenta en Verano. De hecho el escritor empieza siendo suplantado por un tal John Coetzee, recientemente muerto y de quién un biógrafo pretende recrear un periodo concreto de la vida de este Coetzee paralelo: la de principios de los setenta, cuando se empieza a fraguar, o eso creeríamos viendo la cronología de sus obras, su futura vida literaria. Y lo hará entrevistando a un pequeño puñado de personas, básicamente mujeres, que intuye por lo que ha leído en sus dispersos diarios que fueron importantes en la vida del escritor por los lazos sentimentales, y en algún caso intelectuales, que de alguna manera u otra les unió.

Sin duda esta elección condicionará el sentido de la narración: será la visión de Coetzee desde un punto de vista femenino. Y el John Coetzee que se nos mostrará aparecerá totalmente desnudo, vacío muchas veces, como un personaje plano de una mala novela, siniestramente caricaturizado en ocasiones, sin atisbo de las incipientes inquietudes y la personalidad que cabría esperar o que habitualmente atribuiríamos a un futuro escritor.

En el plano sentimental, la novela pivota entre sus relaciones con las diversas mujeres entrevistadas y a la vez la relación con su padre viudo, con quien vivía en ese período en Ciudad del Cabo. El retrato que transluce de ellas es realmente magnífico: aparecerán como seres fuertes, muy lejanos (y también muy superiores) del apático John Coetzee, inaccesibles muchas veces, y en el fondo lo que leeremos serán las vidas de esos otros personajes con los que se cruzó, sus sentimientos e intimidades que el mismo Coetzee nunca llegó a conocer (ni probablemente a concebir), y aquí radica la originalidad de este retrato biográfico: hasta qué punto la vida de alguien aparece reflejada en la de los demás, qué somos para los que se han cruzado en nuestro camino, y en el caso de un escritor algo más: qué hay de todas esas vidas y toda esa experiencia en común (más traumática o menos, más a íntima o menos) en su obra posterior.

Ciertos aspectos aparte de los puramente sentimentales también afloran: su visión de Sudáfrica, la relación con sus orígenes afrikáners, el apartheid, su visión apolítica y de un idealismo ingenuo, aspectos que tal vez servirá a quien haya leído a Coetzee para discernir si la figura que se nos retrata se acerca o no a la real, o es simplemente una caricatura de él mismo.

Algunos comentarios en cambio parecen bastante directos, atribuibles a la propia voz de Coetzee, por ejemplo cuando hace decir a una de las entrevistadas, preguntada al respecto de la futura obra del escritor en ciernes

No los he leído todos. Después de Desgracia perdí el interés. En general, yo diría que su obra carece de ambición. El control de los elementeos es demasiado férreo. En ningún momento se tiene la sensación de un escritor que deforma su medio para decir lo que nunca se ha dicho antes, que, a mi modo de ver, es lo que distingue a la gran literatura. Demasiado frío, demasiado pulcro, diría yo. Demasiado fácil. Demasiado falto de pasión.

Evidentemente plantearse qué hay de real o no en Verano es absurdo. O mas bien imposible de discernir. Tal vez lo que nos interesa más es la manera como novela la realidad; de la misma manera que los personajes creados por un escritor acaban por ser a veces como segundas vidas, también la propia puede verse como una novela, tal vez como una fantasía de una vida no vivida,o de una vida que pudo ser y no fue.

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