A
pesar de ser esta una novela que he leído con interés y que no desalienta al
lector en ningún momento, creo que hay un par de cosas que de entrada
fallan. El argumento sería de entrada este: poco después que Guillermo
confiese a su amigo Eusebio que mantiene relaciones sexuales de tipo
sadomasoquista con una tal Marcia, muere inesperadamente en un
accidente. Posteriormente, el tal Eusebio decide ponerse en contacto
con dicha señora para darle noticia del suceso (ya que fuera de esa relación
que mantienen en casa de ella, Marcia y Guillermo eran auténticos
desconocidos), aunque lo en realidad atrae a Eusevio es la
necesidad de acercarse a ella tras la confesión de su desaparecido
amigo. Lo cierto es que, tras un tiempo intimando (y sin que él
llegue a confesarle el fatídico destino de su antiguo esclavo
sexual) acaban por establecer una relación íntima totalmente
normal hasta el punto de casarse, sin que en ningún momento la tal
Marcia-Julia (nombre real) muestre ni sombra de sus supuestas
perversiones sexuales.
El
problema es, primero, que Eusebio sea alguien que viva de una herencia familiar
que le permita trabajar de lo que le venga en gana: tal vez hubiera sido más
acertado (y probablemente, más complejo) buscar a una persona más parecida al
resto de los mortales, con sus respectivas responsabilidades, y su
caída a los infiernos de la perversión sexual; el otro es que la tal
Marcia-Julia muestre una transformación tal que desaparezcan sus aficiones
sadomasoquistas, y que además se case, como se dice...¡por amor!. No creo
que quien sea devoto de tales aficiones pueda prescindir de ellas con tal
facilidad.
De
todas maneras, dejando de lado estas apreciaciones, el ritmo y la prosa de
la novela, con un constante crescendo,
son muy acetados y no desfallecen hasta el final. Plantea toda una serie de
temas referentes al sexo y a la identidad sexual, a internet como gran válvula
de escape donde dar rienda suelta a todo ello, a los límites
estrechos entre lo delictivo y lo perverso, a la necesidad humana de mentir
e inventar una nueva vida que pueda llegar a ser más intensa que la real. Todo
esto en un libro con una exensión lo suficiente discreta para no verse superado
por todo ello (ni tampoco por las deficiencias que yo haya podido
señalar antes).
Supongo
que ese es el reto que se plantea la novela: transitar como un funambulista en
esa imperceptible frontera entre la perversión y el deseo. Escribir
sobre esa capacidad que tiene el sexo de hablar sobre las personas, que
huye del lenguaje para expresarse, y ahí tal vez redique la dificultad del
escritor cuando intenta recrearlo.
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