lunes, 16 de marzo de 2015

EN LA ORILLA, DE RAFAEL CHIRBES


En la orilla, de Rafael Chirbes. Editorial Anagrama.
Al final no estaré entre los entusiastas de esta novela, aunque por un momento así lo creí. No porque no me hayan convencido esos monólogos internos de solitarios y perdedores, ese torrente incesante  que tan bien dibuja las vidas que deja esta crisis, el territorio y el paisaje profanados, el esmero de esa destrucción moral que nos arrastra, esas vidas a la deriva. Al final me ha faltado ver unidad a todo ello, una trama que los una más allá de esa visión de paisaje tras la batalla, de recuento de daños, que es la sensación que me queda al final. Tal vez el problema haya sido mío; en el fondo un problema de continuidad en su lectura.

Supongo que tras leer La larga marcha me esperaba algo similar; de hecho tiene bastantes paralelismos con esa otra novela: allí se narraban las vidas de posguerra de gentes de diversos orígenes, tanto sociales como geográficos, tanto de los que perdieron la guerra como de  los que se supone que la ganaron, y de cómo todos ellos acabaron, al final, como perdedores. Aquí lo que se narra no deja de ser, nuevamente, otra generación que de nuevo parece perderlo todo.

De hecho parece que las novelas de Chirbes se nutren todas ellas de ese desencanto cíclico al que parece estamos condenados: primero durante la posguerra y la transición, y ahora, desde Crematorio, este nuevo periodo de desencanto. Tal vez, desde esa perspectiva (que sus lectores más fieles me perdonen si la consideran demasiado simplista) resuenen al recorrerla los famosos versos de Gil de Biedma:

“De entre todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. Como si el hombre harto ya de luchas con sus demonios, decidiese encargarles el gobierno y la administración de su pobreza”.

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