El tren de la última noche, de Dacia Maraini. Galaxia Gútenberg, traducción de David Paradela López.
Tal vez se pueda
decir que el tema de esta novela sea la naturaleza del mal, su origen y sus
devastadoras consecuencias. Como tantos otros Dacia Maraini ha querido narrarlo
a partir de lo que fue el nazismo y en particular el Holocausto, icono incontestable
de la idea del mal absoluto que impregna todo el siglo XX europeo. Pero a
diferencia de otros esta escritora conoce lo que fue la vida en los campos de
concentración, en particular los que creó Japón en aquel país y donde fueron a
parar la familia de la escritora, hija de un diplomático italiano no afín a las
fuerzas del Eje, cuando ella era todavía una niña.
Precisamente esta
novela narra la búsqueda que tras la Segunda Guerra Mundial emprende Amara, una
periodista en ciernes, de un antiguo amor de infancia de quien conoce, por unas
cartas encontradas tras la guerra, que fue deportado con su familia al gueto de
Lodz. Negándose a aceptar su más que previsible muerte en algún campo de
exterminio, decide indagar sobre su destino, para lo cual se verá obligada a
viajar por la Europa de posguerra.
De todas maneras, no
es fácil dejar de caer en toda una serie de lugares comunes a la hora de
construir una novela con todos estos elementos sobre los que tanto se ha
escrito. Además, la narración se pierde durante excesivas páginas en la
revolución húngara sin aportar nada en especial, a no ser la propia descripción
del ambiente en las calles de Budapest hasta la llegada de los soviéticos y las
reacciones que fueron llegando del exterior, donde no deja de recordar el
penoso papel del PCI a la hora de justificar el aplastamiento de aquella
efímera revolución.
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